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12 mayo 2011

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Aquí estoy, rodeada de flores, un día cualquiera de una primavera cualquiera en una cabaña cualquiera de un año cualquiera.
Muchos pensarán que estoy sola, entre flores inanimadas y plantas sin habla, pero yo no creo eso, las flores de dan vida, y cuando lo necesito, antes de hablar con una persona que no deja que mis oídos descansen, yo hablo con ellas, y a veces, me contestan. Aquí estoy agusto en este bosque, entre la naturaleza de mi cabaña de madera vieja, una cabaña creada por mi padre hace años, cuando empezó a darse cuenta que mi presencia en casa era inexistente e inútil.
Esto es como estar entre un grupo de amigas normal, hay flores más bonitas que yo, pero también hay otras flores que no llaman tanto la atención como yo, Rosa.
Me llamo Rosa, y la verdad, si, soy como una flor más en este bosque, una flor que resplandece en un momento, pero que después, en un tiempo, se marchita, y vuelve a crecer y a resplandecer más tarde. Tengo 18 años, y la verdad, no pienso en nada material nunca, bueno si, en las flores, pero para mi no son materia, son emociones. Toda mi vida va relacionada con las flores, tanto que en mi historia más sentida, son la familia que me acompañó.  No fue una historia larga, en realidad paso todo en una tarde, en una tarde que se hizo de noche lentamente…
Era mayo,y  para variar, iba andando con mis auriculares por el paseo que liga mi casa, el polideportivo de mi pueblo y al bosque, donde se encuentra mi cabaña.
De camino le  vi a el, ¿Quién era el?, el era el chico por el que yo estaba colada desde hace un tiempo en secreto, un secreto que casi ni yo misma conocía, ya que ni siquera sabia su nombre. Siempre, cuando pasaba por enfrente de el me movía como si de una modelo se tratase,para que sus ojos me miraran y aquella vez no iba a ser diferente.
Bueno, ese dia intenté atraer más su atención, y aunque estaba un rato lejos, pretendía que me mirara, pero a la misma vez, no quería que me viese mirándole y que sus ojos se dieran cuenta que los mios le estaban señalando. Tan distraída estaba en mirar a ese chico que una piedra destacada entre las demás piedras pequeñas abrazadas del camino tubo un encuentro con mi pie derecho haciendo asi que me cayera de boca tirando mis libros que esperaban que los reyenase en mi cabaña, mis chocolates que esperaban que me los comiera en mi cabaña y el bolso que lo envolvía todo.Y tanto fue el golpe que hasta mis auriculares se despegaron de mis orejas.Pero ni todo lo que había tirado al suelo ni el dolor que sentían mis rodillas al haberse clavado el chinarro me importó en ese momento, solo me importaba que no se hubiese dado cuenta ese chico sin nombre, por eso en el momento de mi caído murmuré a las piedras:
            -que no me haya visto, que no me haya visto, que no me haya visto.
Pero si, en ese instante la mala suerte me acompañó y en el momento exacto de la pelea entre mi pie y esa piedra en la que ella salió ganando ese chico sin nombre me miró, me miró y vino corriendo hacia mi.
        
  -eh, ¿estás bien?- dijo un poco riéndose un un poco preocupado a la vez
  -Si, si, tranquilo- le respondí bastante avergonzada.
  -¿Qué se supone que se te había perdido donde yo estaba que no dejabas de mirar?- dijo riéndose de mi.
  -Nada, solo me había llamado la atención ver una raza asi de burro, aunque espero que los burros me perdonen por manchar asi su monbre.-Dije bastante molesta.
Entonces el cerró los ojos tres segundos y los abrió, como si asi hubiera borrado el mal pie de la conversación y la incomodidad que llevaba ligada a ella y empezó a hablar de nuevo:
    -¿Dónde vas, Rosa?-me dijo cambiando su tono de voz y su cara por completo.
   -¿Rosa?, ¿Cómo sabes mi nombre?- Esto, la verdad me hizo ilusión, ya que se supiera mi nombre por algún interés me emocionaba aunque no quiera reconocerlo. Pero rápido se me pasó mi risa interna cuando vi que su dedo señalo mi chapa del bolso, una chapa que pone mi nombre en grande.
Entonces me reí, y el también, y nose porque absurda tontería, conectamos tanto en ese preciso momento.

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